Alberto García-Alix expone en el Reina Sofía 'De donde no se vuelve'

2012-12-14 (edit:2025)  El artículo original recogía una muy interesante entrevista publicada en 2008 en el Magazine de El Mundo, en la que se detallaba la dura realidad vivida por el fotógrafo entre los años 2003 y 2006. Al recuperarla, busqué más contexto y encontré una nueva temática central; la obra que Alberto había parido tras aquella experiencia; 'De donde no se vuelve'.
Autorretrato de Alix en el que se le ve con los ojos cerrados, fundido (por medio de la técnica de doble exposición) con una pared de letras chinas
I./ Alberto García-Alix
 

La entrevista destapa cuestiones muy personales de la vida de Alix, que, sin embargo, sirven para entender mejor su obra. Pocos días después de la charla con El Mundo se presenta en el Museo Reina Sofía su nuevo trabajo, 'De donde no se vuelve'; en el segundo punto de este artículo se recogen noticias de prensa, fotografías y textos del dossier oficial más un tráiler de la propia obra.

 

▌ 1. Entrevista en el Magazine de El Mundo

 

26 de octubre de 2008. Magazine de El Mundo. Entrevista: Elena Pita. Fotografía del artículo: Luis de las Alas. [Ref.1]

«Cuando uno se ha roto, el único camino por el que puede reconstruirse es la memoria»

De una particular bajada a los infiernos, de su lucha contra la hepatitis C y la heroína, tocado por una ruptura sentimental... surge el viaje interior que este fotógrafo de la experiencia ha articulado en 'De donde no se vuelve', una exposición que agrupa 30 años de imágenes, las de su vida. «Tienen un poso melancólico», dice el artista, para quien seguir vivo a pesar de su adicción a los opiáceos o a conducir en moto borracho sólo tiene una explicación: contar con la protección divina.

VA POR LA calle como un saltimbanqui, persiguiendo a unos perros y a la rubia que los lleva. A saltitos, escuálido en su atuendo de bohemia parisina, la sonrisa rebasándole el perfil. Es la cara, el ánimo que le contagia a García-Alix el objetivo de papel. Hay que verlo. Lo vi en cuanto llegué; llamé a su puerta y me recibió ya con aquellas cabrioladas de chiquillo, cómicas. No se alegraba de verme (había olvidado la cita), imaginaba que quien venía era el mensajero. El mensajero que iba a fotografiar esa mañana para su serie de bikers. «Tú te ganas la vida el día entero con la moto, ¿no?; pues eso, eres uno de la serie», le diría luego, cuando efectivamente apareció el motero. Así se alimenta el fotógrafo, de la calle, de las almas que encuentra.

Bueno, pues ahí que saltaba inquieto parapetado con la cámara minúscula detrás de su asistente cuando me abrieron la puerta. Nos invitó a té y a uvas, y luego compartimos un almuerzo en el cubano de Chueca de toda la vida, a vueltas con la memoria. Alberto García-Alix (León, 1956) se reescribe a sí mismo con una cámara cargada de película, tal que un escritor que empuñara su pluma. Vive para contarlo. Vivió asomado al abismo siempre, sobrevivió, y del vértigo, que es pulsión de muerte de quien ama y disfruta la vida, construyó una obra prolífica, premiada (Premio Nacional 1999), bellísima. Todo fue inconsciente, e inconsciente también empezó a buscarse a sí mismo en aquella maraña de sentimientos y negativos, lecturas, opiáceos y virus. A partir del 4 de noviembre expone en el Museo Nacional Reina Sofía 30 años de fotos ('De donde no se vuelve') que son un viaje del presente al pasado, una narración introspectiva que no es sólo suya sino de todas las almas que la habitan, congeladas con vértigo en su objetivo de papel.

¿La fotografía le salvó, le salva aún la vida? Ya quisiera la fotografía salvar vidas (ríe irónico). Me ha redimido la conciencia, en cierta manera; quiero decir que, a pesar de mí mismo, he construido una obra. Es una puerta que me ha abierto la posibilidad de aprender, formarme, comunicarme y conocerme. Una puerta a la vida.

Está considerado "un fotógrafo de la experiencia", como los nuevos poetas; ¿hay hoy más experiencia o memoria en su obra? Experiencia.

Lleva, sin embargo, un par de años haciendo retrospectivas. De hecho, este echar la vista atrás comienza ya en el 93 con 'Los malheridos, los bien amados, los traidores'. ¿Sucedió algo en esa fecha? No, pero empezó ahí, sí, aunque de manera inconsciente: yo iba hacia delante y miraba para atrás sólo en corto. Pero todo cambia cuando llego a París.

¿Qué sucedió entonces en París? Fui a hacerme un tratamiento de interferón para curarme la hepatitis C, a punto ya de una cirrosis. Y qué suerte, me curé.

¿Por qué París? Acababa de sufrir una separación sentimental que me había hecho daño. Si me quedo en Madrid me voy a La Barranquilla (poblado de; sinónimo de droga), para quitarme el dolor, físico y moral. En esos momentos yo mismo me doy mucho miedo, porque reacciono haciéndome daño a mí mismo, pero la tentación de anestesiar el dolor es muy grande. Entonces llego a París y todo cambia; supone una fractura interior tremenda, un viaje que me lleva a crear una serie de vídeos con guiones propios que no son sino una búsqueda interior: ahí empieza. Cuando uno se ha fracturado, el único camino por el que puede reconstruirse es a través de la memoria.

¿De ahí arranca esta gran retrospectiva, 30 años? Esto no es una retrospectiva, que no se entienda así: estoy haciendo una narración. Hacer una retrospectiva a mi edad sería fatal. He construido un viaje interior que empezó ya en París, sí, del presente al pasado. Luego me fui a China para escribir el guión, que es el hilo conductor de la exposición de fotos y del vídeo. Me fui lejos para sentir cómo me venía el pasado.

Dice Jenaro Talens sobre la exposición que es una muestra de melancolía. ¿Qué es lo más valioso que añora? Siempre mis fotografías tienen un poso melancólico, inconsciente, que se pega a las imágenes. Es como una marca de la casa, pero de la que yo no me doy cuenta (se ríe).

La creación, o sea, la fotografía, ¿es ese lugar del que no se regresa? Sí, es un espacio del que no se vuelve.

¿Como la muerte? Es una metáfora, la muerte es una realidad de las duras.

«En el nombre de todos mis muertos, un ángel me protege», dice en el guión. ¿Cuántas veces ha sentido o creído que moría? Uno nunca cree que se muere, a no ser que esté terminal, y yo nunca lo he estado; pero sí me he encontrado muy mal. Digo que un ángel me protege porque miro para atrás y... ¿cuántas veces he llevado la moto borracho...?, por ejemplo: hay una protección divina, una magia en la vida. Lo más duro fue en París. Días enteros con fiebre tiritando en la cama, una bajada a los infiernos.

¿Consiguió superarlo solo? Me acompañaba Nico (Nicolás Combarro, comisario de esta exposición), que tiraba de mí, menos mal; se vino a París a trabajar con la galería de Chantall Crousel, sabía que tenía que ayudarme, así que alquilamos dos lofts unidos y trabajábamos cuando podíamos. Y luego tuve la fortuna de conocer a una mujer, y eso te levanta el alma. Encontrar a una persona que te quiera cuando estás en semejante momento... Ya digo: un ángel me protege. Estaba en un bar y vi que una chica aparcaba su moto enfrente. Primero me fijé en lo bonita que era la máquina, y luego en la chica y me dije: qué suerte el hombre que tenga a esta mujer. Pues se puso a hablar de motos conmigo.

¿Lo superó sintiéndose querido? Estaba en fase 4, ya no fabricaba glóbulos rojos, entonces me ponían EPO; mi cuerpo era pura química, y así un año, y luego eso no se limpia en un día, no creas. Allí me quedé tres años, y ahora siempre vuelvo: en París tengo amigos, galería, y me dieron el tratamiento, que era lo más importante. La quiebra interior me obligó a mirarme, a viajar en mi interior a través de la memoria. La memoria es el espejo donde nos miramos y nos conocemos, y nos permite soñar y reconocer el mundo. Y la fotografía es la presencia visible de un instante, que luego nos permitirá jugar con la memoria. Yo sólo he fotografiado mi vida, y al revisar el trabajo retorno al pasado yo, pero no necesariamente el espectador que lo ve.

Le ocurre, en cierto modo, lo mismo que a los escritores, ¿fotografiar es también una forma de narrar? Sí, y todos empleamos la memoria como espejo. Para crear, para hacer una exposición o un libro de fotografía, me invento un cuento.

«Miro a través de la cámara y cuando siento miedo, tiro», le cuenta a Nicolás Combarro. ¿Es su supervivencia, entendida como azar inexplicado, lo que tanto teme? No, es como un miedo físico, casi una convulsión que puede producirme, por ejemplo, una pared levantada contra el cielo. Mis otros miedos son los de cualquiera: a la enfermedad, a la decadencia y a mis demonios.

Escapó a la muerte y la huida le dejó heridas que 'son un estigma que mancha como una ofensa', ¿el estigma de los malditos? No, me refiero a mis errores patológicos, a mi confusión permanente: a mi edad, uno ya se conoce.

Lo habrá contado mil veces, pero aún así me gustaría preguntar de dónde y cómo nace la fotografía en su historia personal. Creo que nació siendo estudiante de Imagen y ayudante de dirección de cine... No, ayudante no; fui auxiliar del auxiliar del auxiliar del auxiliar de cámara: o sea, llevaba los cafés. Entonces quería hacer cine, fue más tarde cuando me sedujo la fotografía, por la magia del laboratorio.

¿Cómo fue, qué pasó? Sucedió por accidente. Mi hermano y yo corríamos en motos, y él tenía un amigo que venía a las carreras a hacer fotos, entonces me gustó aquello y pedí a mis padres una cámara, y al poco las carreras se acabaron, porque un amigo se mató y mi hermano decidió que iba a ser médico, así que vendieron el remolque: me quedé con una moto de competición que no podía mover y una cámara que no usaba. Pero al año me fui a vivir al Rastro con otro amigo, que montó en casa un pequeño laboratorio, entonces desempolvé la cámara: me seducía aquello de ver en el laboratorio lo que había visto a través del objetivo. Como no tenía ni idea, no me salían aquellos contrastes duros que entonces se llevaban, me salía todo gris.

Los grises de García-Alix. Me pasaba las tardes en el laboratorio y, poco a poco, fui comprendiendo y encontrando resultados. Y empecé a decir que era fotógrafo, y las chicas me creían. Desde el principio fui consciente de que los momentos que retrataba eran únicos, que no volverían, y eso me emocionaba. La fascinación del laboratorio surgió al tiempo que mi relación con los opiáceos: allí me di el primer chute. Éramos un grupo de amigos muy creativo, en un momento muy underground; con Ceesepe y El Hortelano teníamos la Cascorro Factory, en la que editábamos cómics, y a mí la cámara me daba poder, era mi individualidad: era yo el que miraba. Así nació mi pasión por mirar, fotografiaba las habitaciones de las pensiones por las que pasaba... no tenía referencias, era un juego, hasta que vi la primera exposición, de August Sander2. Entonces intuí el poder que tenía y ya la fotografía no volvió a ser lo mismo. No fui profesional, digamos, hasta el 86.

Fue tripulante de una generación de artistas que comprendieron que vida y obra eran la misma cosa, ¿por eso desapareció dejando cadáveres tan jóvenes? No, creo que esa conjunción es algo personal mío. Pero aquellos años fueron letales: jugar con opiáceos tiene un precio.

Morfina. Pentazozina... Pentapón. Xosegón... Heroína... ¿De qué sirvió la "pócima del olvido" si el olvido no es posible?, ¿sirvió para tener más que olvidar? ¿De qué me sirvió a mí? Yo no me arrepiento de nada. Me sirvió para construir una obra, y para mirarme, y para que lo que tuve me vuelva cada vez que veo una fotografía: sentimientos, dolor y alegría, virtudes y egoísmo, amor, y comprenderlo todo.

Fue una generación subversiva, pero ¿sirvió de algo la subversión? Subversiva no, perdona. Yo diría agitadora, convulsa, antisistema. A partir de la era Reagan todo se vuelve políticamente correcto, las ideologías se desmayan y ¿hemos ido a mejor? No lo creo. A nosotros sí nos sirvió, para acentuar nuestros valores y nuestra lucha individual por mejorar el mundo.

¿Esa lucha empezó entonces o en su caso arranca del antifranquismo? Todos crecimos luchando contra la guerra de Vietnam y contra el dictador; fui de la juventud consciente de la situación. La represión de los últimos años de Franco la viví muy de cerca en casa, todos los hermanos militábamos, y era una militancia muy valiente. Parece que ya nadie se acuerda de cómo era España, cómo se vivió aquel momento en la universidad: o estabas en contra o eras un asimilado.

Y le pregunto ahora, ¿es difícil deshacerse de un icono? No, para mí es muy fácil. Lo que me importa es el presente, el ahora. Hombre, es muy halagador que a la gente le gusten mis fotos, mi memoria, pero yo sigo creando, no puedo hacer otra cosa.

Alix, ¿qué busca de sí mismo en el autorretrato?, ¿se ve extraño o se reconoce? Extraño, no: me veo. Me pongo ahí y me tiro una foto a ver cómo me veo, y luego ya me juzgaré. Me pasa cada tres, cuatro meses, sin pensarlo. Hace tiempo que no me sucede, porque estoy más contento; me busco cuando me siento mal.

Dice que no es santo de su devoción, ¿qué se reprocha? Que me he pasado la vida bailando (ríe, afónico).

Dice que ha sido un egoísta, ¿quiso escapar de sí mismo? Soy egocéntrico, me imagino, sí, y algo egoísta, pero luego no tengo ego: es todo y nada, la dualidad que llevo en los dedos tatuada.

Alix, ¿y cómo se siente después de ese viaje en el tiempo, su tiempo? Pues bien, muy bien.

 

▌ 2. 'De donde no se vuelve': exposición y obra

 

Una de las salas de la exposición; pueden verse cuadros de Alix con marco negro sobre paredes blancas. Focos en el techo y un par de ventanas por donde entra luz natural.

II. / albertogarciaalix.com
 

Tal y como se mencionaba en la entrevista, el 4 de noviembre de 2008 se estrena en el Museo Reina Sofía la exposición de la nueva obra de Alberto García-Alix, 'De donde no se vuelve'. Además, en los próximas días verá la luz un nuevo libro, 'Moriremos mirando', en el que se recogerá su trabajo escrito; desde sus primeras colaboraciones en 1987 hasta el reciente y ya mencionado guion de 2008. A continuación, una pequeña noticia de la inauguración de la expo, un fragmento del dossier de prensa de la misma, un par de fotografías de los libros publicados y, para acabar, un tráiler del vídeo 'De donde no se vuelve', con la voz del propio Alberto. A disfrutarlo.

04 de noviembre de 2008. La Opinión de A Coruña. [Ref.3]
(Fotografía y vídeo intercalados por contextualizar, no incluídos en el artículo original)

El viaje interior de García-Alix

AUNQUE LAS IMÁGENES pertenecen a diferentes épocas, desde los años setenta hasta la actualidad, la muestra no tiene carácter retrospectivo sino, más bien, "introspectivo" al tratar de salir de los lugares comunes, escapando de la anécdota y centrándose en lo esencial del trabajo de García-Alix (León, 1956).

Este viaje por la memoria, entre pasado, presente y destino, tiene su punto de partida en el siguiente texto creado por el fotógrafo que, además, es el guión del vídeo, hilo conductor de la exposición:

«La fotografía es un poderoso médium.
Nos lleva al otro lado de la vida.
Y allí, atrapados en su mundo de luces y sombras,
siendo sólo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados... Congelados.
Al otro lado de la vida, de donde no se vuelve».

En este recorrido adquiere especial importancia la persistencia del autorretrato «que tiene poco que ver con el narcisismo, sino todo lo contrario. Tiene que ver con un elemento de introspección, con contar una historia a partir de un yo», comentó el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, para quien esa tensión entre un "yo dado" y el mundo exterior «es lo que mejor reflejan sus obras».

El ambicioso proyecto emprendido por el autor especialmente para el Reina Sofía tiene su núcleo en la proyección en la que, en primera persona, García-Alix narra4 todo aquello que ocurre en la exposición. Esta narración «traza una línea entre el presente, más reflexivo e íntimo con paisajes y fotografías más abstractas, y el pasado. Todas las imágenes cuentan algo ya que Alberto es esencialmente narrador», señaló el comisario Nicolás Combarro.

En la secuencia creada, el autor recoge la parte más emocional y de sensaciones y a la vez reflexiona sobre el pasado con una mirada actual y distinta.

III./ Alberto García-Alix
 

«Queríamos salirnos de la obra que más se conoce de él e irnos a ese otro lado que existe en él a través de los paisajes, por otra parte siempre presentes en su obra», comentó el comisario para quien esta exposición tiene más elementos que los puramente fotográficos: «cuenta algo y los visitantes se llevan algo del artista»; que ha sido sincero al contar su propia narración.

La construcción de la narración visual ha sido el reto que ha estimulado a Alberto García-Alix para crear esta exposición. «Las fotos ya estaban hechas, la nueva creación era lo que me estimulaba porque me aporta poder presentar y construir una nueva obra».

El vídeo es el hilo conductor de este viaje en el que el fotógrafo ha tenido que volver a su pasado. «Me pregunté ¿cómo funciona la memoria?. Esta memoria no es lineal y muchas fotos del presente dialogan con las del pasado porque tienen la misma historia, un nexo común».

Otra imagen de las salas de exposición, en donde se ven dos áreas. En la primera, destaca el retrato al gran Camarón de la Isla.

IV. / albertogarciaalix.com
 

Entre las imágenes exhibidas en las diferentes salas que forman la exposición, unas cincuenta son fotografías de época o vintage, procedentes de la colección particular del artista y el resto son piezas de nueva producción.

A lo largo del recorrido, formado por ciclos fotográficos no cronológicos, se muestran imágenes de su vida, sus amigos, los paisajes de su memoria. Junto a estas, las primeras fotografías de formato medio, desde finales de los ochenta y la década de los noventa, donde García-Alix desarrolla un mayor dominio sobre la composición y profundiza en el retrato.

Todo ello se enfrenta a las del presente en las que vuelca su mirada hacia su interior, en una comprensión más abstracta, para representar un universo de paisajes, personajes y esencias de su propia vida. «Si ayer fotografiaba silencios, hoy fotografío mi propia voz».

 

Fotografía de García-Alix en lo que parece una fusión entre dos imágenes; a la izquierda se ve la cara fantasmagórica del fotógrafo, y a la derecha una pared de ladrillos

V. / Alberto García-Alix
 

Noviembre de 2008. Extracto del dossier oficial de la exposición. [Ref.5]

La exposición

[...] La muestra que el Museo Reina Sofía dedica a Alberto García-Alix (León, 1956), Premio Nacional de Fotografía 1999, tiene como eje narrativo un texto elaborado por el fotógrafo titulado 'De donde no se vuelve', que además es el guión del vídeo –producido con ocasión de la muestra – en el que el artista emprende un viaje a través de la memoria para descifrar su particular universo fotográfico. Lo que se plantea es una exposición “viva”, que late al ritmo de la visión del artista hacia su propio trabajo.

El recorrido narrativo se compone de una selección de obras realizadas entre 1976 y 2008 (gran parte de ellas nunca antes mostradas) donde se mezclan fotografías de diferentes épocas y formatos, atendiendo al testimonio fotográfico del propio artista. A través de unas 200 piezas, presente y pasado se funden en las salas de la exposición para conseguir una comprensión de la obra, no sólo por las imágenes en sí, sino por el testimonio que conforman la unión de todas ellas. Como afirma el comisario de la muestra Nicolás Combarro: «No se trata de un trabajo retrospectivo, sino introspectivo. Un viaje entre presente, pasado y destino. Una reflexión vital sobre la fotografía».

Alrededor de cincuenta obras son fotografías de época o vintage, procedentes de la colección particular del artista y el resto son piezas de nueva producción. Además del material fotográfico, núcleo central de la muestra, se exhibe lo que Alberto García-Alix denomina una narración visual que con el título 'De donde no se vuelve' recoge el testimonio del autor en primera persona.

La exposición, por tanto, nos acerca no sólo al discurrir de la vida de García-Alix, sino también a su memoria, formando ciclos fotográficos no cronológicos. Encontramos así, imágenes de la primera época realizadas en negativo de 35mm, muchas de ellas en copias realizadas por el propio artista en el momento de su ejecución. En estas primeras imágenes descubrimos una mirada pegada a su vida, a sus amigos; los paisajes de su memoria. Junto a estas, las primeras fotografías de formato medio, desde finales de los ochenta y la década de los noventa, donde García-Alix desarrolla un mayor dominio sobre la composición y profundiza en el retrato. Todo ello se enfrenta a las imágenes del presente, fotografías en las que García-Alix vuelca su mirada hacia su interior, en una comprensión más abstracta, para representar un universo de paisajes, personajes y esencias de su propia vida. [...]

 

Fotografía del libro, visiblemente deteriorado en el lateral derecho, posado sobre un suelo de madera.

VI. Primera edición (2008) del libro 'Moriremos mirando', que recoge los textos de Alberto García-Alix hasta la fecha. «Yo no soy escritor» o «Me cuesta muchísimo trabajo escribir», serán frases muy repetidas por el autor6 en alusión a esta publicación. Sin embargo, cada una de sus páginas transmite una gran fuerza y sensibilidad. / Iker 'giveevig'
 

Fotografía del libro, abierto y foco orientado al texto descriptivo del interior de la cubierta. También posado sobre un suelo de madera.

VII. Fotografía del libro 'De donde no se vuelve', abierto y con el texto del interior de la cubierta visible. / Iker 'giveevig'
 

 

 
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Créditos:

I: Fotografía de Alberto García-Alix, obtenida del dossier de prensa facilitado por el Museo de Reina Sofía con motivo de la exposición 'De donde no se vuelve'.

II y IV: Fotografías obtenidas de la web de Alberto García-Alix para vestir el artículo; albertogarciaalix.com

III: Tráiler del vídeo 'De donde no se vuelve', obtenidas de la web de Alberto García-Alix para vestir el artículo; albertogarciaalix.com

V: Fotografía de Alberto García-Alix, obtenida del dossier de prensa facilitado por el Museo de Reina Sofía con motivo de la exposición 'De donde no se vuelve'.

VI y VII: Fotografía de Iker 'giveevig' bajo una licencia permisiva BY-NC-SA de Creative Commons. Para más información escribir un correo a filosofiagiveevig@gmail.com.

 

Referencias:

[1]: Pita, Elena (2008-10-26). 'Cuando uno se ha roto, el único camino por el que puede reconstruirse es la memoria'. Magazine de El Mundo. Recuperado de:
<https://www.elmundo.es/suplementos/magazine...>

[2]: August Sander, fotógrafo alemán (1876-1964). Más en el artículo 'August Sander y el espíritu del tiempo' por Oscar Colorado.

[3]: EFE (2008-11-04). 'El viaje interior de García-Alix'. La Opinión de A Coruña. Recuperado de:
<https://www.laopinioncoruna.es/cultura/2008/11/04/viaje-interior-garcia-alix-25378603.html>

[4]: el guion del vídeo puede leerse en el folleto de la exposición. También en el libro de Alberto García-Alix 'Moriremos mirando' (link a Bibliografía). Existe, además, un guion 'cinematográfico', solo disponible en este libro.

[5]: García-Alix, Alberto (2008-11). Dossier 'De donde no se vuelve'. Recuperado de:
<https://www.museoreinasofia.es/ [...] /2008-002-dossier-es.pdf>

[6]: en la siguiente entrevista a Alberto en Cafés Literarios (Seat), el fotógrafo habla de la reedición del libro realizada en 2021.

 

Relacionado en giveevig:

· Sección Design!

· Alberto García-Alix en la Bibliografía

· 'Alberto García-Alix en el Festival de Arlés' (2007) · Ver artículo

· Temas:

 

Más:

Sobre la exposición:

· Entrevista en el programa Miradas de La 2

· Artículo con imágenes en El Mundo

· Noticia en Europa Press

· Entrevista a Alberto en 2004, en el programa 'Las 1001 noches' de Canalsur

 

Publicaciones:

· Publicación catálogo 'De donde no se vuelve' del Museo Reina Sofía

· Libro 'De donde no se vuelve' en la web oficial

· Libro 'Moriremos mirando' en la web oficial

 

Enlaces de referencia:

· Web oficial de Alberto García-Alix - albertogarciaalix.com

· Editorial Cabeza de chorlito - cabezadechorlito.net